Esta joya nace del encuentro con el mar gallego, donde un pequeño caracol revela su forma espiral perfecta, como un canto antiguo de la naturaleza. La concha, convertida en plata de ley maciza, conserva cada relieve, cada curva, como si el océano hubiese dejado su firma en ella.
En su interior, un precioso apatito facetado asoma desde la oquedad, como un ser que despierta, una chispa que emerge del silencio marino. Es una pieza que habla de transformación, de belleza encontrada en lo simple y de conexión con lo salvaje.
Bajo pedido este colgante podría realizarse con diferentes gemas a vuestra elección.